Cuando la suerte que es grela...

Nunca, pero nunca, tuve suerte. Claro que me refiero a obtener algún premio en sorteos o juegos de azar, ya que en la vida debo reconocer que he sido y soy afortunado.

Ni siquiera en las kermeses de barrio, ni en las fiestas vecinales de los días del niño adonde me llevaba mi padre y de donde volvía frustrado cuando los otros se llevaban los autitos, pelotas de fútbol o la bicicleta que era el premio mayor. Ni las rifas del cole, ni las del club y después, siendo mayor, ni las del sindicato, ni la quiniela, quini, toto, raspaditas varias, máquinas tragamonedas, bingo, etc. Nada de nada.

Cuando recién había entrado a trabajar en la imprenta municipal y el sueldo era pobre, volví a tener esperanza en un golpe de suerte. Es sabido que en las administraciones públicas abundan los vendedores de cualquier cosa y también de rifas. Entonces se me dio por comprar de esas rifas que empiezan con sorteos "espera", después los mensuales hasta llegar al final donde al ganador se lleva autos, casas, departamentos, yates, viajes al caribe y las modelos de las fotos. Al menos en los folletos aparece todo muy tentador y al alcance de la mano.

Hacia poco que había empezado a pagar la rifa de los "bomberos de no se donde" - creo que el primer premio incluía hasta una autobomba - y ya empezaron los sorteos: planchas, secadores de pelo, televisores y hasta una motito todos los meses. Un día, estaba yo corrigiendo unas pruebas de tipografía, cuando se me presenta la vendedora con una juguetería en la cara y me dice: ¡Hoy es su día de suerte, recién compra la rifa y ya se ganó un premio!. Yo temblaba de la emoción. Imagínense, si nunca, pero nunca había ganado nada.

- Por fin se cortó la racha - pensé - ahora cambia mi vida - Por donde paso a buscarlo señora- pregunté con voz entrecortada.

- No tiene que molestarse aquí se lo traigo yo - me dijo extendiendo la mano derecha que tenía escondida a su espalda y dándome un paraguas negro enfundado en un envoltorio plástico mientras ampliaba su sonrisa.

Mi desilusión no tenia consuelo. ¡Un paraguas! ¿Para que quiero un paraguas?, yo que soy enemigo de usarlo en esta Córdoba de veredas unipersonales y que se convierten en letales armas arrancaojos, en manos de algunos. Para colmo era de Taiwan, de esos automáticos que se hacen chiquitos y que los vendedores callejeros sacan a la venta los días de lluvia por pocos pesos.

Estuve a punto de devolverle el premio y sacarla de la oficina no muy amablemente, pero me contuve porque al fin y al cabo ella estaba contenta por haber podido repartir un premio a uno de sus clientes y yo no tenia derecho a arruinarle el día. Así que forcé una sonrisa y le dije: ¡que bueno, justo lo que necesitaba porque no tenia!

Al terminar la jornada, volvía a casa con el pequeño paquete en la mano pensando si lo tiraba a la cañada para calmar mi furia o me peleaba con alguno para usarlo de cahiporra. Pensando varias alternativas finalmente llegué al departamento que alquilaba en 27 de abril y Mariano Moreno ya resignado de que no era lo mio eso de la suerte.

Pasaron los días y me olvidé del incidente. Una tarde, en la que tenía que ir a una reunión del sindicato y llovía torrencialmente, me acordé del paraguas que nunca había usado. ¿Que tal si hoy lo estreno? ¿no sera una señal de que todo va a cambiar? ¿ No es acaso un símbolo de protección, de resguardo? En una de esas la suerte está esperando que yo haga también algo para alcanzarla. Este pensamiento me convenció y salí decidido con el paraguas.

Al salir a la puerta del edificio, el agua caía a baldes y los autos y ómnibus provocaban grandes olas sobre las veredas. Fue cuando saqué el paraguas, apreté el botón y la sombrilla como una flecha salio despedida hacia la mitad de la calle 27 de abril justo debajo de las ruedas del colectivo que la hizo pelota.

Desde esa vez y hasta ahora nunca más gané nada, pero yo sigo apostando a que algo me quiso decir ese efímero paraguas.

Gringotilo

Comentarios

Steki dijo…
Jajajaja! Buenísimo!
Yo te iba a decir que tampoco tengo suerte pero me puse a pensar qué me había ganasado yo.
De chica nunca me gané nada en ninguna rifa o kermesse escolar.
Pero recordando, puedo sumar algunos premios:
1) En un supermercado, con los papelitos entregados por Mayonesa Hellmans para la rueda de la fortuna, me gané una bici! Y se la regalé a mi hijo. No podía dar crédito a lo que me estaba pasando.
2) En un evento de secretarias ejecutivas me gané una estadía de 3 días en un hotel muy lindo en Las Condes, Santiago de Chile la que aproveché con mi ex, unos días antes de que se nos viniera encima la debacle económica de 2001.
3) Un ventilador en una cena de fin de año de Corcemar, empresa en la que trabajaba.
4) Una botella de buen tinto al poco tiempo de haber empezado a bailar tango, el el sorteo que hacían en la Milonga.
5) Otra botella de vino en otra Milonga.
6) Y otra más en la misma Milonga.
Ahora que lo pienso... bastante bien, no?
Soy una afortunada!
Algo me gané, no?
Ahora, por las dudas, estoy tratando de acordarme de comprar un Telekino todas las semanas, por las dudas, vio?
En una de ésas...
Buena semana para ti, amigo.
Que tengas suerte!
BACI, STEKI.
Alberto dijo…
epa! dejame tocarte a ver si se me pega tu suerte y por lo menos me puedo ganar una botellita en las desgustaciones del club del vino

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