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Fuga en el infierno del Guaviare

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¡Ahora sí podemos ser compadres! Exclamé a modo de burla cuando vimos sollozante y demacrado a este explotador y asesino que a regañadientes pagaba los salarios que nos debía de varios meses. Sentimos una gran satisfacción por el alivio a nuestros flacos bolsillo y muy agradecidos con la guerrilla por haber escuchado nuestra denuncia y procedido contra estos mal nacidos. La guerrilla en Colombia era, por esos años, el Estado en muchas regiones del país...pero mejor voy a contar la historia desde el principio. Nací en Gachalá, en un humilde rancho de la vereda de Murca, cuando todavía el río Guavio no había aplacado su ímpetu contra el muro de cemento de la represa  y fui el cuarto de nueve hermanos. Mi cucho, con su oficio de hachero y mi madre con sus arepas y tamales, trataban de sostener esa familia numerosa. De ella aprendí el arte de sobrevivir en la escasez. Cuando cumplí los doce años seguí los pasos de mis hermanos mayores y me embarqué en la aventura de vivir; o mejor, de

Y la peste yira yira

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Hace unos años no hubiera imaginado que mi humanidad fuera a dar a Colombia y mucho menos a las montañas que rodean la represa del Guavio. Pero los vericuetos del destino y mis hábitos trashumantes, me llevaron junto a mi esposa a adquirir una pequeña finca en una vereda del municipio de Gachalá rodeada de bosques de pinos, eucaliptos, guayabos, plátanos, limoneros, lulos, cafetos, guaduas y otras especies de exuberante verdura tropical. La amplia galería de la casa, nos permite gozar de atardeceres de ensueño cuando el sol cae lentamente detrás de los cerros, o momentos fantasmagóricos provocados por los espesos vapores de agua que suben de la represa y se posan sobre las laderas. Por las noches despejadas, las infinitas estrellas; la luna al alcance de la mano; Venus como un farol que brilla como nunca lo había visto; Orión- única constelación que conozco- y sus Tres Marías que apuntan a una estrella a la que puse el nombre de un viejo amor, esparcen sobre el campo un resplando