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Mostrando las entradas de agosto, 2009

SABOR A DURAZNO

I Iba lentamente, como si cada pisada buscara un lugar seguro, demorando la llegada a destino. Eran las diez de la mañana, de un día soleado de mediados de enero de 1978 y hacía dos años que no estaba en Mar del Plata. “La Feliz” regalaba a los miles de turistas, que como todos los veranos la colmaban, otro día espectacular. En pocas horas atestarían sus playas disputando un cachito de arena y de agua salada, techándolas con infinidad de sombrillas multicolores. En el aire tibio se esparcerían mixturas de olores de aceites, bronceadores y cremas protectoras y el particular aroma de las comidas de los innumerables barcitos de la costa. No faltarían los vendedores de café, de barquillos, barriletes, helados, bebidas frescas y panchos gritando sus productos y caminando trabajosamente en la arena. Pero a esa hora había, silencio y placidez. El aire fresco y salado del mar me golpeaba la cara y llenaba mis pulmones cada vez más, a medida que me acercaba por la calle Bolívar hasta casi la