El color de Roma


En Roma predomina el verde. El oscuro de los longilíneos pinos, o los icónicos y esbeltos piñoneros en forma de sombrilla. El verde claro pinta las copas de los plátanos que custodian el Tevere y la Viale di Trastevere entre otras avenidas, y otro verde más turbio  arrastra las aguas del río. Verde que te quiero verde es el de gli cornetti al pistacchio que sirven en el bar de la estación de trenes; riquísimos. También el del albero di prugna que está solo y espera en un balcón.
Pero hay otros colores. Los dorados o terrosos del Coliseo, el Castel Sant' Angelo, los foros, el Palatino y varios testimonios más de la colosal cultura del imperio. Los blancos marmóreos del Vaticano y las miles de esculturas que hoy lucen sin los colores que, dicen los expertos, tenían en épocas de los emperadores.
Aquellos colores imperiales están volviendo a ser patrimonio de la actual Roma y se pueden apreciar en la intervención sobre el Ara Pacis en honor de Augusto o la recuperada estatua de Prima Porta. Dicen los estudiosos que el púrpura y el escarlata denotaban la importancia y el poder de quienes los portaban en sus vestiduras o estandartes.
Claro que los colores son el resultado del reflejo de la luz sobre los objetos y tienen un componente subjetivo de quien los percibe. Ninguno ve los colores de la misma forma ni les presta el mismo interés, por eso Roma para otros, puede tener otros colores.
Como cuando nace una nieta esperada. Desde el catorce de abril de dos mil diecinueve, Roma es Violeta y Violeta es Roma.

Alberto Hernández



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