CARA Y CRUZ


-¿Ud. es cordobés? – me dijo el guardia de la Escuela de Sanidad de La Plata
-sí – le contesté, tratando (no sé por qué) sin éxito, de no poner en evidencia mi tonada.
-Ahí en la esquina hay un señor canoso que me preguntó si no había visto a un cordobés perdido por acá. Lo está esperando.
Volví por donde había entrado y vi en la esquina de 4 y 51 a un hombre canoso de bigote y anteojos que manipulaba nervioso un celular. Debía haber estado parado ahí cuando yo pase sin reconocerlo.
Cuando me acerqué y lo toqué, se dio vuelta y nos confundimos en un abrazo de más de treinta años. Ahí estaba Manolo, mi compañero de banco del secundario. Cuando egresamos del Nacional Mariano Moreno de Mar del Plata, yo me fui a Córdoba a estudiar Ingeniería Civil y él a La Plata para intentar convertirse en Veterinario. Nos vimos en verano, dos o tres veces más, cuando nos juntábamos a comer las célebres empanadas de mi vieja.
Después me enteré de su militancia y de la desaparición de su compañera Mabel en los años de terror. Con el tiempo y por ese correo lerdo pero eficaz del boca a boca de los compañeros, supe de su exilio en México, de su vuelta a Buenos Aires en épocas todavía difíciles, después nada más. Al menos sabía que en algún lado estaba.
El también supo de mi militancia y me había dado por muerto. Por eso ese abrazo y esas lágrimas que asomaron. Nos fuimos a tomar unas cervezas – y pasaron varias – y me contó de su cárcel y la opción de exiliarse, de su regreso en épocas de la dictadura, de su retorno a México y sus 18 años en Chile, de Mabel y su hija a la que volvió a ver recién a los 18 años y cuando ya iba a darle un nieto. De su nueva pareja y sus hijos. Yo le conté también de la zozobra de vivir clandestino y perseguido, de cuando me dieron por muerto y de los azares de mi vida personal, de mis hijos y mi militancia en democracia. Quedaron muchas cosas para seguir contándonos con Manolo, treinta años no son poco.
A Quique lo conocí cuando estudiábamos ingeniería los dos y yo todavía pensaba que mi destino era ser ingeniero civil. Él me reclutó para jugar al fútbol en el equipo de Villa Warcalde, en la Liga de Villa Allende que se convirtió posteriormente en la Unión Cordobesa de Fútbol Amateur (UCFA), uno de las ligas amateur más importantes del país. Quique no militaba pero era un tipo progresista y vivió al igual que yo la universidad del Cordobazo, la toma de ingeniería, los debates políticos interminables, las asambleas y las huelgas estudiantiles y muchas veces nos enfrascábamos en discusiones sobre la política y los sueños que teníamos en esos años jóvenes. Era por sobre todo un buen tipo, el más humilde que conocí, laburador y luchador. Tuvo una vida personal azarosa y difícil pero eso nunca le impidió estar siempre ligado al fútbol su gran pasión. Como jugador - bueno y fuerte a pesar de su físico escaso – como técnico, como organizador, estuvo en todas. El me volvió a reclutar en los 90 esta vez para jugar en Lasalle y así compartimos durante estos quince años, partidos, entrenamientos, y los infaltables asados posteriores donde recuperamos con creces los litros y kilos perdidos en la contienda deportiva. Cada tanto y ocasionalmente nos reunía un café para discutir – como antes - sobre el país y el mundo y las recetas para arreglarlo. El domingo cuando yo estaba en Buenos Aires conmovido aun por mi reencuentro con Manolo, él estaba alentando a Lasalle. A los dos días un infarto se lo llevo de este mundo, no había cumplido todavía sesenta. Se fue solo, sin avisar, sin estruendo, como fue su vida durante la cual hizo una abundante cosecha de amistades y entre ellos yo.
Un reencuentro y una pérdida casi simultáneas. Hacia treinta años que no veía a Manolo, hacia mas de treinta que conocía a Quique. Cara y cruz. Alegría y tristeza. La vida y la muerte o simplemente LA VIDA.

Eledil

Comentarios

Pauli dijo…
Me emocioné hasta las lágrimas. Me cuesta ver detrás de esto a mi papá, tan íntimo y entregado al mundo, como pocas veces en la cotidianeidad de los tratos! Esta página es como un radiografía que me muestra el corazón de esa cebolla testaruda difícil de pelar.
TE QUIERO!!
silvia dijo…
sin conocerte EDIL, creo que después de leer "CARA Y CRUZ", encuentro a un hombre con años de una lucha, que nosotros, muchos como yo, adherimos, pero tocamos de oido...Ojala´que como dice Pauli, en esa cebolla dura y testaruda, el latir del corazón sea la melodía que te impulse... un orgullo comenzar a conocerte.
silvia

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