No hay razón para vivir
Ahí me encontraba como hipnotizado mirando el vacío que se abría desde las puntas de mis zapatillas y finalizaba nueve pisos más abajo, donde se movían, como si fueran de juguete, automóviles y personas. Pensaba en la sorpresa de quienes me vieran caer de improviso y en el estrago que causaria en algún vehículo o toldo. El vacío adquiría la forma de la hermosa mujer de mis sueños y me decía "¡ven!; y me repetía "¡ven!". Una suave brisa me acariciaba produciéndome un leve escalofrío. La adrenalina iba en aumento y me llevaba a un estado de turbación que me hacía confundir los planos de altura y mis pensamientos con la realidad. Y ya volaba como un pájaro o me dejaba llevar por el vértigo de la caída libre; ya llegaría el impacto, pero ahora disfrutaba. Atrás quedaban las razones que me impulsaron a esta decisión. Ya ni las recordaba ni me importaban. El vuelo se prolongaba, el aire me golpeaba la cara; planeaba con los brazos abiertos; el placer me embargaba. Alcancé a di...