Entradas

Mostrando las entradas de 2012

Poroto

Gracias pelado Santa por la historia “ Solo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con mis amigos” Gabriel García Márquez La colchoneta de paja donde me arrojaron como un saco de huesos sueltos, no me impedía sentir el piso duro y frío . Tenía el cuerpo entumecido y me dolía desde los pies a la cabeza por la brutal paliza que “El Gato” (1), bestial torturador, me había propinado cuando llegué al Campo de la Ribera. Dos gendarmes que custodiaban el galpón que oficiaba de cárcel clandestina, arrojaron mi cuerpo tumefacto, sin reflejos ni reacciones, por la tortura despiadada que venía sufriendo desde mi paso por la D2 y La Perla. Allí quedé en la penumbra de mis ojos vendados, escuchando los movimientos y voces de mis compañeros de infortunio que no podía decodificar (2). Solo quería paz y silencio. Pronto me ganó un sopor profundo; un mundo de colores hirientes, abismos funestos,imágenes circulares y rostros familiares, se sucedieron entremezclándose vert

Historias de aquélla piecita de Alberdi III

Imagen
El día de mi asesinato El 17 de mayo de 1976, a las 21 hs. fueron sacados de sus celdas de la UP1, MIGUEL ANGEL MOSSE, OTTO YOUNG, ALBERTO SVAGUZZA, EDUARDO ALBERTO HERNANDEZ, RICARDO VERON y DIANA FIDELMAN y fusilados unos minutos después en las inmediaciones del puente Santa Fe. El 19 de mayo, en el diario Córdoba se podia leer:”FRANCOTIRADORES Y 4 VEHICULOS UTILIZAN EN ACCION EXTREMISTA”. Al pie de la nota había seis fotos bastante borrosas, acorde con la deficiente impresión en plomo de las viejas maquinarias del histórico vespertino cordobés. Una de ellas era la de Eduardo, que tenía el corte de cara y algunos rasgos que lo hacían - al menos en esos días - muy parecido a mí.  Yo leí la noticia de pie, al lado de mi cama, en aquella piecita de Alberdi donde nos encontró el golpe y donde empezamos a endurecernos para sobrevivir al terror que se iba sembrando hora tras hora con cada compañero encarcelado, muerto o desaparecido. La noticia de este fusilamiento disfrazado

Una piña soñada

Generalmente no recuerdo nada de lo que sueño. Solo algunas sensaciones e imágenes difusas que se me borran un par de minutos después de haberme despertado, pero que alcanzan a probarme que invariablemente sueño todas las noches. Me vienen a la memoria solo unos pocos en toda mi vida y la percepción de la existencia de algunos efectos especiales que se ponen en marcha en ellos; como por ejemplo que uno quiere correr por alguna causa, generalmente huyendo, y las piernas estan pesadas y no avanza ni un centimetro. O tira una trompada para defenderse de alguien y la mano parece de lana. Así varios más. Pero esa mañana recordé mi sueño. Estábamos en una especie de subsuelo donde reinaba la penumbra. No se quienes éramos. Afuera había mucha gente que protestaba, aparentemente enojada con nosotros. Alguien me dijo que saliera a calmar los ánimos, así que subí unos escalones que conducían a una gran abertura por donde entraba la luminosidad del día. Iba munido de una caja con helados p

Simón

 La noche del miércoles ocho de mayo de 1974 estaba fría y oscura. Y lo era mucho más en los techos del Sindicato de Mecánicos de Córdoba, donde estábamos apostados para defender las urnas que llevarían al “Chancho” Salamanca a su segundo mandato. Confluíamos casi todas las organizaciones de izquierda. Las que tenían experiencia en la lucha armada estaban ocupando los lugares más vulnerables de la sede gremial, que estaba en plena etapa de ampliación. Nosotros teníamos algunos fierros y por ello un puesto en la defensa de la sede ante la posibilidad de ataque de los “fachos” durante las dos noches en que las urnas deberían dormir allí. Como todo estaba tranquilo, despues de establecer los relevos con mis compañeros de puesto, salí a la terraza a otear el panorama. Pegados al muro que daba a la fachada del edificio y distribuidos a equidistante distancia se veían las sombras casi inmóviles de tres compañeros provistos de armas largas que cada tanto se asomaban para ver

Los libros de Río Segundo

Los días corrían con lentitud morbosa en marzo del año 1979; la represión en Córdoba había perdido la virulencia inicial trasladando su foco a Buenos Aires y otros puntos del país, aunque todavía el Cachorro seguía con sus operativos rastrillos, controles y detenciones masivas. Apenas volví de tierras pinochetistas de un viaje desopilante, por los infortunios mecánicos y nuestra propia locura, debuté con una nota en el suplemento económico del diario Tiempo de Córdoba (1), que coordinaba Jorgito y con el que colaboraba el Negrito, ambos cumpas de los años de militancia en Orientación Socialista. Ese fue el comienzo de mi breve período de actividad periodística. A esa nota siguieron otras y luego me incorporé a la redacción del diario, también en la sección economía, que estaba supervisada por la Fundación Mediterránea, por aquellos años de concepción desarrollista, lo que nos daba cierto margen para inyectar algunas ideas entre los resquicios del pensamiento neoliberal hegemóni

Así me recibió Colombia - Crónica sobre el atentado a funcionario de Uribe

Imagen
Llegamos con Gina a eso de las 11 am a ver a su médico a la EPS Nº 32 del barrio Eduardo Santos, del centro - sur de Bogotá. Inmediatamente observamos el despliegue policial por todos las rincones, las calles cortadas y los transeúntes interrogados. A escasas dos cuadras del centro vive Cristina, su amiga a la que fuimos a visitar después de la consulta médica. Estaba en la puerta de la casa todavía sobresaltada y mirando el movimiento febril de la calle. Los vecinos comentaban en las esquinas.  - A eso de las 3 y media de la mañana - nos decía Cristina - nos hicieron evacuar las casas, tuve que despertar a Cindy que está embarazada de 8 meses y medio y tenía miedo de que ahí mismo por los nervios, pariera la pobre.  Nos explicó que a la vuelta de su casa donde esta la Central de Policía de Bogotá,  habían detectado un auto bomba, un Renault 9 con 140 barras de indugel (explosivo tipo hidrogel sensible a detonador), y 3 kilos de balines y detenido a

Regateando

I Ella bogotana y él, su pareja, argentino. Llegan a Santa Marta en plena siesta, con una temperatura cercana a los 40º; cargados con una pesada valija y un par de bolsos; cansados de viajar en colectivo (en la flota) más de dieciocho horas y con apuro por llegar hasta su alojamiento en el Barrio del Rodadero. Ella dirigíéndose a un taxista que esperaba pacientemente un pasajero: ¿a cuánto el viaje al Rodadero? El taxista: ¡a la orden señora! le sale 10.000 Ella: ¿y el mínimo? El taxista: Nooo señora, esa es la tarifa Ella: Me informaron que el viaje salía 8.000 El taxista: nooo, pregúntele a cualquiera, nadie la lleva por menos de 10000 El novio argentino: Está bien, me parece bien el precio Ella: shhhhhhhh, esperá un poco El novio argentino: querida hace calor, quiero llegar, cambiarme, además me parece bien lo que nos quiere cobrar, es más barato que en Argentina Ella: no hables que te sienten el acento y no te van a rebajar nada El novio argentino: es que esta bien me parece......

Treinta y siete años después, el León vuelve a rugir

Imagen
El partido final se había desarrollado hasta allí en forma muy equilibrada, al igual que la primera final jugada en Pasto cuatro días antes. Los pastuzos juegan bien, toque y toque, pero no lastiman. El estadio de bote a bote, pintado de color rojo, por el Deportivo Pasto y más rojo por los Cardenales de Santa Fe que en las tribunas aguantan con la emoción contenida, contando los años, los meses, los días, horas y minutos de abstinencia de festejos ligueros. Fue en el minuto 71, en ese instante, cuando el empeine del pie derecho, ese pie mágico del argentino Omar Pérez, capitán e ídolo de la hinchada del Expreso Rojo, envió un tiro libre en una parábola exacta para la entrada de Jonathan Copete, quien le puso el idem a la jugada con un soberbio cabezazo al segundo palo. La pelota se anidó en la red y explotó el estadio, se desató la alegría, la emoción y el llanto tanto tiempo contenido. Los pastuzos se derrumbaron y prácticamente hasta el final solo fue un trámite interminable ha

Sicarios

Me acosté temprano. Le dí el beso las buenas noches a mi compañera Diomar y me volteé para mi lado; bien para el borde de la cama porque tenemos conflictos térmicos corporales importantes; por esa razón todas las noches me saco de encima dos o tres mantas y las paso del lado de ella que es friolenta. Siempre me costó conciliar el sueño. Comienzo a dar vueltas para un lado y otro intentando pensar, con cierta dificultad, en cosas agradables (nunca me funcionó lo de las ovejas). Estaba en eso cuando sentí el chirriar de la puerta de entrada que se encuentra en el primer piso (planta baja para los argentinos); luego pasos. Diomar se sobresalto y también prestó atención. ¿Quién podría ser a esta hora si todos en la casa dormían? Inmediatamente se escucharon pasos en la escalera que conduce a los dormitorios y más pasos sobre el piso de madera que rechinaba. En mi vertiginosa asociación de imágenes pensé lo peor: sicarios que venían por mí. ¿Porqué me buscarían? ¿El ex marido despechado

Cosa seria ir al dentista

A las quince y treinta llegué puntualmente al consultorio del dentista para hacerme la limpieza de mi abandonada dentadura. Unos pocos minutos después estaba recostado en el sillón. - Mi amigo - dijo el dentista con la voz amortiguada por el barbijo- esto no le va a doler porque funciona por radiofrecuencia, de todas maneras si siente algo me avisa. Encendió la lámpara que encandilaba como si fueran a interrogarme los servicios secretos del Mossad. Hizo abrir mi boca bien grande colocando en ella el extractor de saliva. Al instante comenzó su trabajo con una varilla metálica que tenía un espejito en su extremo y el aparatito limpiador que comenzó a incursionar por los rincones de mis incisivos, caninos, premolares y molares. Allí estaba, tragando saliva, quietito, soportando dócilmente su monótono zumbido y el monocorde gorjeo del salivador, tratando de mantener la boca abierta. Me concentré en los paralelos tubos fluorescentes del techo. Mi mente viajaba al garete por todos los ver

Luna de sal

 La luna de sal y espuma perfora el ébano de la noche; una gaviota niquelada rompe la armonía con su graznido disonante; peñascos filosos y oscuros se atropellan para herir al mar, y el mar...solo murmura y trae el eco lejano de aquellas sirenas que enamoraron a Ulises. Ahí estoy inmóvil, con el iodo en mi piel y mis pies en la arena, y tú, muchacha desnuda, teñida de sol de negros cabellos dóciles a las caricias del viento marino, alta, esbelta, te deslizas sin prisa hacia mi, hacia mi fiebre, hacia mis sueños. Mis párpados de plomo caen vencidos pero te siento. Tu aroma de jazmín, tu aliento y tu piel; tus pechos que adquieren la forma de mis manos; tu boca húmeda de humedades compartidas; secretos de tu cuerpo que se revelan como tesoros hundidos de galeones piratas; tu agitación y la mía nos urgen; y mi sexo y el tuyo se unen en una danza brutal, desesperada, en un juego entre la vida y la muerte que ronda expectante, que nos acaricia y finalmente vencida por el amor se rinde y h

A 15 años de la muerte de Pocho, mi viejo...

...rescaté este poema que empecé a escribir con poco talento y mucho dolor cuando se nos fue intempestivamente. Aquí está para los que lo conocieron y los que no, como un modesto y sentido recordatorio. Brindis con mi viejo. Viejo, hoy quiero ser poeta para emular tus versos, sacar del alma mi pena, mi bronca y mi rebeldía. No siento dolor ya, siento sed de justicia. Quiero que alguien me explique. Si ya casi la tenías... Ahí estabas...¡tan cerca de todo! y...¡qué ironía! Te atropelló la muerte... a vos... ¡justo a vos! ¡Que llevaste por delante la vida! Que no te paró nadie en el terco afán de vencer la suerte esquiva. Que alejaste el pesimismo y la adversidad mil veces. Que conociste la cima y el abismo y te abriste paso a trompadas Intentando todas, sin aflojar nunca, sin regalar nada. Y te sobró. Para desparramar vida; para pelear por la de otros; para enfrentar la injusticia y vomitar verdades hasta el último día. ¡