La pintada


Septiembre de 1974 fue un mes de terror en Argentina. La Alianza Anticomunista Argentina que desde hacía un tiempo venía intensificando sus acciones en contra de los militantes populares, ese mes terminó con la vida del Cuqui Curutchet, julio Troxler y Silvio Frondizi. La noche de Córdoba era prisionera de los falcon verdes que patrullaban por las calles semidesiertas con su despreciable y tenebrosa carga.
Decidimos condenar esas muertes ocurridas en poco más de dos semanas y elegimos la pared del correo que da sobre la Av. General Paz para hacer una gran pintada. Por mis dotes para el dibujo y mi buena letra, me tocó junto al Negro, estudiante de arquitectura y por ende también buen letrista, empuñar los aerosoles. Tomamos todas las precauciones porque era una acción peligrosa. Llegamos por separado al lugar, todos enfundados en gruesas camperas para cubrirnos del frío de esa noche de un invierno que todavía no se iba. El Tato se apostó en la esquina mirando en dirección contraria al tránsito que circulaba por la Av. Colón para ver si aparecían los verdes. Al verlos debía hacer una seña al boliviano que estaba en una parada de ómnibus al frente de la pintada - en ese entonces la vieja Calle Ancha era de doble mano - y éste avisarnos para largar todo y hacernos humo. En la esquina contraria, lo mismo: otro compañero atento a la aparición de alguna presencia peligrosa.
Empezamos a pintar cuidadosamente la gran pared, tratando de hacerlo lo más aceleradamente posible, pero cuidando la estética que era importante a la hora de llamar la atención de los millares de transeúntes que pasarían al día siguiente por esa céntrica vereda. No era una tarea sencilla ya que la rugosidad de la piedra nos obligaba a repasar los trazos y los abrigos que llevábamos nos dificultaba los movimientos.
Cada tanto mirábamos al boliviano para ver si había novedades; éste seguía con atención lo que hacíamos y aprobaba con el pulgar de la mano derecha levantado.
Le dimos los últimos toques, nos retiramos unos pasos para ver con satisfacción que había quedado muy bien y deshaciéndonos de los aerosoles nos dispersamos rápida y tranquilamente por caminos distintos.
Habiendo pasado por el retén, nos reunimos en un lugar alejado de allí para comernos unas pizzas, acompañadas con un áspero vinito tinto de la casa, para celebrar el éxito de la tarea. El último en llegar fue el Tato, que todavía nervioso increpó al boliviano:
-Ya no sabía como hacerte señas para avisarte que venían por Colón los falcon verdes; después que pasó el primero y no nos vieron me tranquilicé un poco; pero después paso otro y otro más como a los veinte minutos. Y vos ni me mirabas....tuvimos suerte, pero si hubiéramos cumplido con las consignas, tendríamos que haber levantado todo y pirarnos.
Quedamos todos mudos y un frío nos corrió por el espinazo. El boliviano con su voz redonda y su habitual modo retórico, solo atinó a decir:
- Es que los compañeros estaban haciendo una obra de arte digna de ser admirada.....


Gringotilo

Comentarios

Anónimo dijo…
esta muy bueno.

a mi me contaron hace mucho que vos con el paisano fueron a la esquina de colon y gral paz a un acto relampago que consistia en tirar volantes y quemar algunas cosas. el acto se hizo pero resulto loco y gracioso. si ese episodio existe contalo.

chau papi
Alberto dijo…
Ya está contado. Se llama Acto relámpago y lo postié antes que este. de todas maneras lo estoy revisando para publicarlo en mi libro

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