Diario de la accidentada epopeya de recorrer sudamérica. De como se frustró y otras desventuras



Capítulo IV


De nuestra lamentable y poco gloriosa entrada en el país trasandino, de como nos curraron y como nos alojamos en un hotel parejero


Y la luz se hizo. Que sensación de alivio experimentamos cuando transpusimos la boca del túnel y vimos seres vivos que nos hacian señas de que avanzáramos. Nos golpeó el imponente paisaje de la cordillera chilena - como si semejante arquitectura natural pudiera tener nacionalidad - y terminó de sacudir los últimos vestigios de sombras remolonas que todavía se negaban a abandonarnos. Como el 404 había sorteado exitosamente la prueba del túnel, para no tentar al destino, seguimos rápidamente, sin detenernos, hasta la aduana.

En esos años Chile había puesto en práctica una politica agroalimentaria que perseguía la calidad de sus productos que se exportaban y ganaban mercados en el marco de la apertura económica del gobierno de Pinochet. Por esta razón se controlaba estrictamente el ingreso de alimentos, ya sean crudos o cocidos: quesos, fiambres frutas, verduras y hortalizas, para evitar el ingreso de plagas que pudieran afectarlos. Por esta razón en la aduana se quedaron con todo el morfi, que llevábamos para tratar de abaratar costos del viaje. Así lo escribía en mi diario: "En la aduana nos requisaron los tomates, el queso cáscara colorada, el queso de rallar y la mortadela. Pero no nos revisaron mucho, sino que estos elementos estaban a la vista, si los hubiésemos escondido un poco no los encuentran." Antes de enviar todo a incinerar nos dieron la oportunidad de que lo consumiéramos, así es que empezamos a hacer sánguches de queso y mortadela, con rodajas de tomate y mayonesa, que estaban para chuparse los dedos. Comimos todo lo que pudimos y el resto lo entregamos a estos émulos de este Auschwitz alimentario, no sin antes derramar un par de lágrimas.
Finalizamos los trámites en la aduana e iniciamos el camino de descenso hacia Santiago. Como no podia ser de otra manera antes de salir, el auto se ahogó, por lo que Juan, obrando casi automáticamente, levantó el capó, saco la manguerita, saboreó un poco del liquido combustible y lo echó rapidamente al carburador, consiguiendo de esta forma que nuestro metálico rocinante arrancara.

En la aduana pusimos en evidencia otra de nuestras caracteristicas: el "ratonismo". Esta expresión viene a designar el fenómeno del amarretismo, de la miserabilidad o la especulación monetaria. Al ratón o ratonazo se lo encuentra en cualquier clase social y su tara puede tener variados orígenes. Los hay quienes lo son por cuestiones genéticas o por un estúpido sentido del ahorro, o como nosotros que por tener un férreo entrenamiento en esto de estirar el sueldito hasta fin de mes, teniamos ya, por acto reflejo, el hábito de cuidar el centavo. Nada de propinas, cambiar los precios en el super, leer de ojito el diario, llevarse las sobras de los restarurantes, manguear las hojas de remolacha para hacer tortilla, en fin podría enumerar muchas manifestaciones. En esta oportunidad, habíamos hecho el cálculo al milimetro de lo conveniente que resultaba cambiar los dólares en Chile. Cuando hubo que pagar "... en la aduana nos cobraron 28 o 30 pesos chilenos para pasar y nosotros no habíamos cambiado guita así que nos cobraron un dólar y nos cagaron, porque el dólar en chile está a 34 pesos"

Esta experiencia podría habernos enseñado, pero el "ratonismo" fue más fuerte así que esta avivada de los chilenos se repitió varias veces hasta el final del viaje.
"De ahi en más es todo el camino en descenso. Es espectacular...La cordillera del lado chileno es hermosa, picos más imponentes, más abruptos..". Raro que no escribiera nada sobre los "caracoles" que tanto me impresionaron con sus 30 curvas y su pared del fondo, un macizo puntiagudo imponente que hasta el día de hoy llevo grabado en la retina sin saber como nombrarlo.
El trayecto que va hasta Los Andes, unos 50 km, es una sucesión de subidas y bajadas que acompañan al Río Aconcagua en su impetuoso arranque rumbo al Pacífico. A poco de iniciar, despues de los "caracoles", el camino hacia Santiago, el auto volvió a mostrar signos de fatiga. Empezó a toser y a perder potencia ostensiblemente.Nos costaba subir cada cuesta y recién cuando comenzábamos el descenso el auto tomaba velocidad. Juan empezo a decir que se acababa la nafta asi que buscabamos un surtidor como un oasis en el desierto. Andábamos cada vez más lentamente por esa ruta 60 mientras empezaba a hacerse dueño del cielo el color rojo del crepúsculo. Finalmente encontramos un solitario surtidor que estaba a la izquierda de la ruta, a mitad de camino hacia Los Andes. Para no perder tanto en el cambio le pusimos ratonamente un dolar de combustible, es decir solo dos litros y medio de nafta, tambien nos jodieron alli ya que la nafta estaba a un valor medio de 12 pesos. En mi diario se puede leer: " También tuvimos problemas con la nafta. Se nos estaba acabando y Juan por no perder con el cambio no quiso ponerle. En el trayecto a Santiago fuimos agotando lo que quedaba".
Seguimos andando casi en las mismas condiciones pero ya el cansancio y los nervios estaban haciendo estragos - otra vez -entre nosotros. Los chicos tenían hambre y estaban pasados de revoluciones y Marta - experta mochilera setentista - venía insistiendo que había que hacer campamento para pasar la noche. Juan solo miraba para adelante crispado y con los ojos rojos y con un aroma a nafta común que apestaba. Yo estaba sucio, cansado, con el pelo largo grasiento y barba de un par de días y cada vez que me asomaba por la ventanilla para preguntar algo a algún paisano, me miraban como si hubieran visto un aparecido.
"La primera población de lado chileno es Los Andes. Ahi pensabamos acampar para no llegar a Santiago apurados y en bolas ( o sea tal como llegamos) pero Elba no queria por el frio y Juan no queria armar la carpa por una noche. En consecuencia seguimos viaje."
"Llegamos como a las 23 hs y casi sin nafta. Preguntamos a un carabinero donde estaba el Automovil Club Chileno y no le entendimos un pedo, ( dijo algo así como: "aueia ñunuuu paaa oriente...") pero seguimos adelante metiéndonos en lo desconocido, con la posibilidad de quedarnos a pata, todos cansados, nerviosos. Juan agotado después de manejar casi 400 km."
"En una calle cualquiera de los suburbios santiaguinos nos quedamos sin nafta. Empujamos el auto hasta un veredón de tierra. A todo esto Juan decía que no era la nafta, según el debería quedar como medio tanque. Le hizo de todo (fundamentalmente chupar de la manguerita). Al final yo me quedé con el auto, las mujeres y los chicos fueron a pedir agua caliente (para las mamaderas) y Juan fue a buscar nafta. Aquí empezaron nuestras primeras experiencias con los chilenos"
"Nadie le queria cambiar dólares y menos plata argentina. Consiguió un tipo que le dio 27 pesos por dólar. Lo recagó. (en la frontera no quiso cambiar porque nos pagaban $ 31). Pero no tuvo más remedio que agarrar viaje y de allí a comprar gasolina a COPEC ( empresa chilena) donde no le quisieron vender en envase de vidrio (ahí ya fui yo). A esta altura del partido el cuadro era desesperante. ¡ el único no preocupado era yo! (sic) A mi me daba lo mismo dormir ahi en el auto o estar toda la noche tratando de hacerlo arrancar (el regreso del duro) Juan estaba muy cansado, la Elba con el embole de atender los chicos que lloraban como marranos y Marta...bueno, tenía unos nervios impresionantes. Cada vez que nos cruzabamos puteaba como una loca. Ella lo habia cantado todo, era la que quería quedarse a dormir en Los Andes. Con ese ambiente y la hostilidad o poca colaboración de los chilenos estábamos luchando con el auto. Al final con un poquito de nafta que trajimos en un balde de plástico lo hicimos arrancar y lo llevamos a la estación de servicio. Ahi lo cagaron de nuevo a Juan, pero esta vez por distraído. La nafta estaba a $ 11.80, 10 litros son $118 y le cobraron $180 ¿...?"
"Nos indicaron donde quedaba el Automóvil Club Chileno y partimos. Muy cerca (dos cuadras de donde estábamos) había un barrio de prostitutas. Todas estaban en las puertas y ventanas mostrándose y mostrando todo lo que tenian."
"Nos metimos por cualquier lado. A esa altura no sabíamos por donde andábamos. Lo único claro que teniamos es que debiamos ir "hacia oriente". Pronto llegamos al centro de Santiago (después de muchas indicaciones generalmente mal dadas) y agarramos la Avda. B. O'Higgins ( La Alameda). Aqui empezó la situacion mas desesperante. Juan estaba cada vez más cansado ( y yo maldiciendo por no saber manejar) y se convertía en un peligro público. Se subía a los cordones, se equivocaba de marcha, no frenaba cuando debía hacerlo. Elba ya no daba más y Marta era un atado de nervios (para colmo estaba en esos dias femeninos...). Yo también estaba bastante cansado."
"A esa altura ya habíamos desistido de ir a un camping y buscábamos un hotel barato. Calculábamos que podría andar en los $ 200 por persona o sea 600.000 pesos argentinos. ¿ pero donde encontrarlo?. Nadie sabía. Nos mandaron al Hotel Emperador, en pleno centro, pero cobraban $ 700. De alli las mandaron a Elba y Marta a otro lado (nosotros nos quedamos en el auto; Juan por cansancio y yo por la pinta de indio que tenía). Despues de andar bastante, y a buscar un "famoso" hotel Muriel, fuimos Marta y yo. Marta tenia un estado de nervios que no podia controlar. Anduvimos por unas calles oscuras (por donde le habian indicado) y no encontramos nada. ( ya era como la una de la mañana y a las dos no pueden circular automóviles por el toque de queda). Nos acercamos a uno de los pocos transeúntes que pasaban y a pesar de que le grité fuerte: ¡buenas noches! desde lejos, me hacia señas ( con evidente temor) de que no y se fue para otro lado. Yo pensaba que podia tener pinta de loco o choro ¡ qué se yo!. Por fin le preguntamos a uno y nos dijo que habían varios hoteles sobre la calle Serrano a una cuadra de allí. Apenas desembocamos en Serrano vimos hacia nuestra derecha un hotel luminoso que decia "Hotel Serrano". Fuimos como tiro para alla. Era una casa vieja y chica para hotel. Tocamos timbre y salió un chileno rubio. Le explicamos que habíamos andado todo el día y que no encontrábamos nada, por el auto que había que dejarlo. Nos dijo que tenia piezas y nos cobraba $ 160 por pareja, además nos acompañó a buscar playa de estacionamiento que por ahí había cualquier cantidad. Conseguimos una a $ 30 pesos la noche y a 30 metros del hotel"
"Inmediatamente fuimos a buscar a nuestros compañeros de viaje que se pusieron muy contentos con el hallazgo. Después de varias peripecias llegamos a la playa de estacionamiento. Justo ahi se ahogó el coche y no arrancó más. Los últimos metros los hicimos pechando" ( y van....) "sacamos algunas cosas del auto y fuimos para el hotel"
"Nos acostamos sucios (no habia agua caliente) y cansados a tratar de calmar los nervios (Marta estaba muy mal).
Apenas nos levantamos y ya con otro ánimo despues del merecido descanso "...salimos Juan y yo a tratar de ubicar una casa de cambio. Encontramos una enseguida, pero abría a las 9:30 hs ( los negocios abren aproximadamente a las 10 hs y hacen horario corrido hasta las 6 de la tarde) de manera que compré un ejemplar de "El Mercurio" -$10- y nos volvimos al hotel, tomamos unos mates y salimos otra vez a cambiar. Cambiamos u$s 160 y de allí nos fuimos a la dirección de turismo. Las indicaciones para llegar nos las dieron en una tienda muy amablemente. En realidad, salvo por la experiencia de la noche, donde nos topamos con algunos chantas (muy serviciales y que por otro lado en Argentina también podemos encontrar) por la mañana no teníamos de que quejarnos de los chilenos."
"Hasta aqui, para mí el viaje ha significado salir un poco de la rutina, acumular algunos conocimientos y enriquecerme con experiencia. Por supuesto que todo eso produce emociones o más bien satisfacciones, pero en ningún momento he sentido emociones grandes o me he sentido impresionado ante bellezas naturales (sí un poco en el caso del cerro Santa Lucía). Es posible que la frustración de no poder ahondar en el conocimiento de la realidad socio política del pueblo chileno actúe un poco en contra o neutralizando los elementos positivos del viaje, que son muchos."
Con estas reflexiones sobre mis vivencias como viajero, que intentaban bucear en el plano emotivo - mi lado inexpugnable - interrogándome sobre lo que ocurria conmigo ante cada estimulo exterior o como reaccionaba ante cada circunstancia, buscando precisiones que me dijeran qué o quién era yo, hacemos un alto. En el próximo capitulo viviremos momentos decisivos en este viaje por sudamérica.



Gringotilo

Proximo capitulo: De nuestro paso por Santiago, de como nos instalamos en Reñaca, de mis cavilaciones existenciales y de la trascendente decisión que adoptamos en dicho lugar.

Comentarios

Steki dijo…
Che, qué complicado tu viaje a Chile.
Mirá que nosotros desde acá vamos seguido y jamás tuve problema alguno. Unos duques en todos lados y en todo sentido.
Aunque debo de reconocer que los mendocinos viven hablando pestes de los chilenos.
El paisaje desde los caracoles hacia Chile es espectacular, más lindo que desde Mendoza hasta los caracoles. Ellos tienen toda la humedad del mar y todo lo árido que es Mendoza lo tiene de húmedo Chile así que el color cambia abruptamente. De gris piedra pasa a verde intenso.
Un abrazo energizado para ti, amigo.
BACI, STEKI.
Alberto dijo…
Bueno!!! Te animaste a leer mi relato que a pesar de que intento hacerlo divertido a veces se pone denso. Necesito escribirlo porque fue un viaje que me marcó bastante. Habrás visto que abundan las relexiones sobre mi carácter y mi búsqueda interior y mi visión de aquel que era y poco tiene que ver con el que soy. Cada vez que releía mi diario de viaje - que he contado a mis amigos en numerosos asados - me decía que valia la pena escribirlo porque a la distancia me parecia desopilante. Y aqui estoy haciéndolo.
Anónimo dijo…
Que va a ser.....es el espiritu del aventurero., son cosas que pasan.....
Para cualquier asistencia en ruta el sitio web www.fitac.org, donde se detallan todos los servicios de auxilio mecanico fuera de Argentina.

Saludos a todos
Alberto dijo…
Anonimo, sos muy piola vos. Te hubiera querido ver, sin internet, sin celulares, sin auxilio, sin herramientas y sin saber un carajo como funciona un auto. Encima con la obligacion autoimpuesta de recorrer sudamerica en 20 dias.

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