Bogotá ¿qué más?

No hay forma de conocer mejor una ciudad y su gente que caminarla. Paso tras paso, mirando a diestra  y siniestra, para abajo y para arriba. Y en este tiempo lo hice de sur a norte y de este a oeste. Por las carreras que corren paralelas a la cordillera y por la calles que le apuntan perpendicularmente. Es un mundo de contrastes igual que toda Colombia. Pero en Bogotá está todo junto.
La ciudad tumultuosa, de ritmo frenético, de aire enrarecido por la polución, tiene, hacia el naciente, el marco omnipresente y bello de sus montañas heridas por la mancha urbana que trepa aceleradamente por sus laderas en una suerte de estupro urbanístico. Si alguno piensa que tal descripción es propia de una desmesura del lenguaje, debería escuchar a los viejos cachacos como añoran aquellos verdes cerros invictos de antaño.
Recorro el sur fabriquero y laburante, que se extiende con largura hacia el occidente, con manchones clasemedieros prolijos, cuidados parques  y casas calcadas, de dos o tres pisos, con terrazas, con rejas, grandes ventanales, geométricos sobrerrelieves y vistosos colores. Cada tanto y mas profusamente en la periferia, aparecen rojizas y grandes moles habitacionales que buscan en altura resolver el problema que la tierra no puede porque es escasa, para una población de nueve millones de habitantes que crece por día. Solo rompe esa uniformidad el centro colonial con sus casas de tejas y el norte ricachón donde abundan las mansiones, las casas de líneas rectas y colores más sobrios, las universidades privadas y los edificios de apartamentos lujosos o donde se cocinan los grandes negocios financieros y empresariales. Pero ya sean más ricos o mas pobres, mas lindos o más feos los barrios, la pestilencia y el hedor del  los canales que tajean la ciudad en todas direcciones, que llevan aguas servidas rumbo al rio Bogotá, no hacen distingos de clase. Hasta un espectáculo natural de extrema belleza como el salto del Tequendama, es difícil de contemplar, por el nauseabundo olor que trae el río que, por varios kilómetros, corre cubierto por una espesa capa de espuma tóxica y que desmiente la profusión de discursos sobre la preservación del medio ambiente.
Pero nada cambia el don de gente, la cordialidad, la amabilidad y la buena disposición de los bogotanos. Siempre está a flor de labios el "a la orden", "que pena su merced", "Gracias vecino/a" -aunque el destinatario haga las cosas por obligación o negocio-, "qué más señora o señor" y bendiciones varias a la hora de despedirse. Como contrapartida están  los que sin tanta cordialidad y por unos pesos te pegan varias puñaladas por encargo o por robarte. Cara y ceca de una misma moneda.
Los rostros de los transeúntes, exponen el mestizaje que los pinta de mil tonalidades cafés. Desde la oscuridad de la caoba, los chocolates, los trigueños y varios grados de tostados. Son raros los carapálidas que acusan herencia de gringaje. Caras redondas, ojos oscuros, nariz recta de base ancha, bocas generosas, labios carnosos y trompita pa'lante. Negros con rasgos de blancos, blancos con rasgos de negros, y de Muiscas y de Coyaimas, de Emberas, de Nasas, Sikuanis, Guambianos, Kankuamos, Uitotos, Kichwas y varias decenas más. En las mujeres abundan las curvas mórbidas y peligrosas. Puchecas abundantes o no tanto pero siempre dominantes recuerdan que sin tetas no hay paraíso; cinturas bien alimentadas, caderas anchas, piernas poderosas y pompis que se expanden en reversa reclamando libertad e independencia. A diferencia de las féminas, no encontré en los hombres -salvo sus rostros ya descriptos-características físicas que los hiciera particulares. Solo me remito a lo que me dijo un morochazo dentista samario: "nosotros los costeños somos mas altos que los bogotanos." Para el norte, el paisaje cambia un poco, se aclaran los rostros y hombres y mujeres, con más billete, estilizan los fisicos a fuerza de gimnasio y tratamientos estéticos. Como en el mundo, los ricos al norte y los pobres al sur. Pero aun en los barrios de mayor estatus los habitantes de calle, son parte del paisaje cotidiano. Con sus cambuches en los espacios verdes, en las veredas, bajo los puentes, mendigando, esculcando los residuos o arrastrando sus cartones. 
Los contrastes se extienden al clima. En un país sin estaciones y a una altura de 2600 metros, las temperaturas no son extremas, pero los cambios climáticos son constantes durante el dia y por lo tanto las mudas de ropa en cuestión de minutos, también. El fresco se alterna con el calor, enseguida lluvia, con sol o sin sol, el vientito que golpea el pescuezo se hace sentir por ráfagas, de nuevo sale el sol y hay que desabrigarse y así puede volver a repetirse el ciclo hasta que cae la noche.
Por último y aunque se puede seguir encontrando claroscuros, se disputan la popularidad futbolera capitalina, Independiente Santa Fe y Millonarios. El agua y el aceite. Boca y River o Belgrano y Talleres (en ese orden). La diferencia con los nuestros es que comparten el mismo estadio: El Campín Nemesio Camacho. El colombiano es futbolero hasta el fanatismo y en este plano se acaban los contrastes. Cuando juega la selección se viste de amarillo la ciudad, aparecen las banderas, hombres y mujeres llevan la camiseta que se exhiben en las oficinas públicas, en los bancos, en las tiendas y mercados. Todo es fiesta.
Sin embargo a la hora de la fiesta, de las celebraciones, en "el país de los mil ritmos" con un folclore tan rico y música tan colorida, muchos bogotanos recurren a los charros mexicanos. Las rancheras del país azteca se han adoptado como propias. Cosas de la cultura o mejor, de la mixtura cultural latinoamericana.
Bogotá ¿qué más?. Bien, pues ¿y usté su merced? Mire , páreme bola, trate de no dar papaya y sigame caminando. Si le provoca, disfrúteme un poquitico, no se devuelva tan pronto que a precio de huevo va encontrar maravillas entre mis calles y rincones. Que diosito lo acompañe parcero.
Alberto Hernández

Comentarios

mirá sine dijo…
Linda semblanza, me da nostalgia. Leo la nota un rato después de tener una extensa charla con un hermano paisa. Coincidencia? o será que los vientos soplan en esa dirección y yo debo izar las velas?

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