Gracias a la vida (Un día lluvioso)



La estridente campanilla del despertador inundó la habitación. Las agujas indicaban las cinco y treinta de la mañana. Daniel sacó displicentemente un brazo de abajo de la manta y después de varios manotazos consiguió silenciar el diabólico aparato. Miró para todos lados con la manta hasta la altura de la nariz, como quien no sabe adonde está y se concentró en la ventana por donde se colaba una tenue luminosidad. Se percató de que llovía; escuchaba el agua que golpeaba contra la persiana. Instantáneamente se sumergió bajo las sábanas, acurrucándose. Lo invadió la idea de no ir a trabajar; no quería mojarse y además era una de esas oportunidades que brindaban la excusa justa para zafar del yugo diario y disfrutar del ocio transgresor que es el que más satisfacciones brinda.
Daniel trabajaba en una oficina pública a diez cuadras de su domicilio. Las hacía a pie todos los días junto a Eva, su esposa, que lo acompañaba hasta dos cuadras antes. Allí se separaban y ella se dirigía a su trabajo.
-Eva!!- se acordó Daniel que ya habían pasado diez minutos y tenían el tiempo cronometrado, para bañarse, desayunar, vestirse con tranquilidad y tomarse unos veinte minutos para recorrer la distancia que los separaba de sus obligaciones laborales. La codeó con suavidad repitiéndole al oído– amor, levántate que ya es hora. Ella abrió un ojo, después el otro, se repantigó despacio y dijo:
-Qué pasa?-
-Nena, vamos que ya se pasaron 15 minutos y después tenemos que hacer todo a las apuradas-
- Y porque no me despertaste antes!!!- dijo saltando de la cama y  cayendo prácticamente adentro de las pantuflas. Con los cabellos revueltos se dirigió al baño.
- Yo me ducho primero, anda preparando el café y las tostadas
- Te hago también jugo de naranja?-
- Siiii, como siempre
- Bueno , pero no te demores
Daniel fue a la cocina dudando todavía si ir o no ir a trabajar. La cama le decía con  poder hipnótico: “ven, ven, ven”. Se puso a hacer todo como un autómata mientras repasaba uno a uno los rostros de sus compañeros de oficina que lo mortificaban recordándole su trabajo rutinario y desprovisto de sueños.
-Danieeeel, ya esta el baño!!!- Gritó Eva, sacándolo de sus cavilaciones e impidiéndo que volviera a acostarse como era su deseo. Automáticamente se metió en el baño y se miró al espejo. Estuvo un rato contemplándose y meditando, hasta que un pensamiento le empezó a cambiar el ánimo: Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así (canta Serrat). Y empezó a sonreir. Sí, ¿porqué no? Además es una bendición la lluvia, salgamos a disfrutarla! A ver esa sonrisa.... largó una carcajada y empezó a tararear Obladí, Obladá y hacer palmas y se sintió un Beatle.
Listo para salir, empezó a tomar el desayuno parado junto a la puerta de la cocina, mientras Eva lo miraba desconcertada.
-Estas loco vos, que te pasa?
_Que? No puedo estar contento?
-Pero si te levantaste con una cara de culo de aquéllas...
-Bueno, pero cambié. Míralo así: es un día de nuestras vidas que no sabemos cuántos va a tener. ¿Porque desperdiciarlo con mal humor? ¿llueve? Pues bailaremos bajo la lluvia, llegaremos mojados al trabajo y los miraremos a todos con sus caras avinagradas y sequitas mientras nos sentamos chorreando agua sobre el escritorio y respondemos con una sonrisa sobradora a nuestro jefes que nos miran embroncados porque no hay legislación contra los damnificados por una lluvia. Soltó una carcajada estruendosa
-Estas loco, vamos que se hace tarde.
Salieron y se quedaron viendo unos segundos el panorama desde la entrada del edificio. Llovía tupido aunque no muy torrencialmente. Ya se empezaba a ver una luminosidad que anunciaba el día.  Los autos iban y venían; hombres y mujeres debajo de sus paraguas o enfundados en sus pilotos, tratando de esquivar los innumerables charcos de las veredas y las salpicaduras de los vehículos.
Daniel pasó una mano sobre el hombro de Eva, mientras con la otra sostenía el paraguas y se  echaron a andar. Apenas dio el primer paso pisó una vieja baldosa floja y el agua barrosa se le metió por el pantalón hasta la rodilla. Amagó con una puteada, pero se sobrepuso porque estaba de buen humor. Sentía que eran Gene Kelly y Debbie Reynolds en “Cantando bajo la lluvia”.  Empezó a tararear Singin in de rain a toda voz, mientras zamarreaba a Eva.
-Estas loco Daniel, que te pasa-
-Estoy contento, Eva, estoy contento- Repetía él mientras intentaba entonar con su tarareo.
Ante un charco de considerables dimensiones, pretendió dar un salto de baile y fue a parar con su humanidad al suelo, arrastrando a su mujer, que le cayó encima. Nada de eso pudo quitarle el buen humor; mojado y sucio, se reía a carcajadas
- Estas reloco, reloco – le decía Eva con el ceño fruncido
- Sonreí, Eva, sonreí, este día no se repite más, tenemos que disfrutarlo, vas a ver la cara de los de la oficina cuando lleguemos y nos sentemos a trabajar como si nada.
Llegaron a la esquina y era un río la calle. No había mas remedio que mojarse o volver.
- Dani, yo me vuelvo y pido una carpeta médica, no sigo así.
- Veniiiii, no me vas a abandonar ahora – y se metió en el caudaloso torrente callejero. Eva tuvo la precaución de sacarse los zapatos. Siguieron. Ella descalza ya y él con sus zapatos y su acuosa sonoridad.
Eva ya se había resignado y la contagió el humor de su esposo. Así que empezaron a jugar como dos chicos. A ver quien saltaba más charcos, quien se acordaba de más canciones que tuvieran que ver con la lluvia, quien contaba más paraguas de un color y de otro o veía primero a un automóvil parado por el agua. Pasó un colectivo muy pegado al cordón y levantó una ola descomunal que los empapó enteros, pero ya se reían de todo, mientras se abrazaban cada vez con más fuerza. Hacía tiempo que no estaban tan bien los dos. A las ocho cuadras, donde se separaban todos los días con un saludo somnoliento, se miraron a los ojos y se besaron contra una pared justo cuando el viento les arrancó el paraguas y se lo llevó lejos. Lo miraron irse y se volvieron a besar.
- Te quiero Eva
- Te quiero Daniel, estas loco, pero te quiero – mientras sonreía como nunca lo había hecho.
Se separaron. Chapoteando en el agua, se saludaban agitando las manos y tirándose besos.
Daniel llegó a su trabajo pensando en ella y se encontró con sus compañeros de oficina en la calle todos bromeando y tan maltrechos como el.
- Hola loco, te mojaste jaja, a mi se me paró el auto mírame como estoy jaja-
- Como te va Daniel, seguro que venías con ganas de laburar!. Se corto la luz y se inundó el edificio Hoy asueto, a casita temprano pepeperepepé!
Y así todos lo fueron recibiendo con ánimo festivo. Ya no se acordaba del desplante que había programado hacerles. Se sintió contento de volver temprano a casa. Mientras desandaba el camino rogaba que a Eva le hubiera pasado otro tanto. Pensaba hacerle el amor como nunca. Con ese pensamiento y una sonrisa de oreja a oreja caminó lentamente bajo la lluvia imaginándose que era uno de Los Gatos, cantando a todo pulmón: “vientooooo, dile a la lluvia, que quiero volar y volaaaar... mientras la gente que circulaba guareciéndose de la lluvia lo miraban como si estuviera loco y con un poquito de envidia.


Alberto Hernández

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