El lider


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Mami, el señor de la casa grande es un hijo de puta - decía el niño de unos ocho años aferrándose al delantal de la mujer joven y regordeta y que se movía de un lado a otro en la cocina de la casa.
-¡No digas esas palabrotas Javier! ¿Porque decís eso, qué te hizo esta vez? –
-¡Me pinchó la pelota má! – Y la miraba asustado, con los ojos como monedas – Estábamos jugando en la calle con chicos y alguien pateó y cayó la pelota en el jardín de su casa….él salió y con un cuchillo la rompió…..¡andá a decirle que la pague! Má…¡anda a decirle!
-No hijo, que ese asunto lo arregle tu padre cuando venga de la fábrica, yo ya me he peleado muchas veces con este hombre que además es un irrespetuoso que se cree que es el dueño de la cuadra. Ya nadie quiere tener tratos con él. No, hijo, que lo vaya a ver tu padre y vos metete adentro hasta que venga; ponete a hacer los deberes.
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En la fábrica y sobre todo en esos agitados años 70, se olía el odio de clase; espesaba el aire y se podía cortar con una navaja. Los supervisores, gerentes y miembros del directorio eran la cara de la explotación capitalista sobre los operarios. Eran quienes los verdugueaban exigiéndoles producción, muchas veces a costa de su físico o de su propia vida. Eran odiados. También se odiaba a los carneros o rompehuelgas, aunque por el calor de la propia lucha muchos de ellos se armaban de coraje y dejaban de serlo. Pero el más odiado de todos era el “líder”, operario que cumplía la función de coordinar las actividades de su sección y medir ritmos de producción para incrementar la productividad en función de lo cual era el reconocimiento que recibía. Por supuesto que llegado el caso, su tarea incluía vigilar a los trabajadores, delatar a los rebeldes y holgazanes y amenazarlos si había conflictos. Era un despreciable personaje que traicionaba sus intereses de clase por poco; por el gusto de tener poder; por la miserable y viscosa paga de ser reconocido como amigo de los poderosos que cuando no les servia mas lo arrojaban al cesto de los deshechos. Un tipo, con una psicología especial, con un estómago galvanizado que lo hace capaz de soportar cualquier humillación y de reptar sin cansancio. Y así vivía y establecía su mundo de relaciones; en la fábrica, en el barrio y en el hogar donde las relaciones jerarquicas se invertian.
El Turco era líder en la fábrica más grande de la ciudad donde trabajaban varios miles de obreros. Había empezado en la sección forja y pasado luego a pintura donde los supervisores lo cooptaron para hacer la tarea sucia para la patronal fabril. Era un tipo de contextura grande, con brazos musculosos, manos enormes y callosas con manojos de dedos gruesos coronados por uñas generalmente sucias. Su cara era pétrea, de tez oscura, sus ojos negros de mirada escrutadora que lastimaba y su boca de labios gruesos que permanentemente mordizqueaba con sus caninos y premolares. Era pendenciero y provocador y metía miedo a los más sumisos. Cuando arrancó una de las huelgas más duras y prolongadas del personal de la fábrica, allá por mayo de 1975, el Turco estuvo, en su función de alcahuete y matón, trabajando a destajo en contra de la lucha obrera.
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-Ese es el tipo – le decía el Cheto a un grupo de muchachos que estaban reunidos a un costado del portón de salida de la fábrica - véanlo bien, no se vayan a confundir. Sale todos los días a esta hora y toma el ómnibus para irse a su pueblo. Todos lo miraban de arriba a abajo; su altura, la cara, el pelo, la ropa; registrando cada detalle con precisión fotográfica.
-¿Podrán hacerlo? - Insistió el Cheto – miren que me jugué por ustedes y todos están expectantes. Le haría muy bien a la huelga que este tipo no joda mas; sería muy buena señal para todos los rompehuelgas y un acicate para los compañeros - Los muchachos se miraron, asintieron con la cabeza y rauda y silenciosamente desaparecieron cada uno por su lado.
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El grandote, se bajó del colectivo interurbano a las 23:00 hs. después de hacer doble jornada en la fábrica. Empezó a caminar cansinamente por una calle transversal en la que reinaba la oscuridad. Solo se podían ver las luces débiles de algunos focos en las esquinas. Venía pensando en la dura jornada que había tenido; amenazando compañeros e intimándolos a que abandonen la huelga y vuelvan a su trabajo; en las presiones permanentes que recibía de los ejecutivos de la empresa y los insultos y amenazas de los delegados sindicales. (Los despreciaba a todos. Pero era la forma que había elegido para lograr beneficios económicos y otras prebendas como un régimen laboral mas laxo, vacaciones extras y algún dinerillo en negro que aumentaba su sueldo. Tenía que aguantarlo. Eso le había permitido tener la mejor casa de la cuadra y cierto confort del que disfrutaban su mujer y sus hijos. ¿Que el era autoritario en su casa? ¿Que no toleraba que se discutieran sus ordenes? ¿Qué se pensaban? Para eso se sacrificaba sobreviviendo en esa mierda, con sus sindicalistas de mierda. Y los peores eran los zurdos; guerrilleros, apátridas, que lo que menos querían era laburar. ¿Y los ejecutivos? Eran todos unos hijos de puta que lo único que les interesaba era las ganancias de la empresa. Al final eran igual que él; cuando los resultados no se daban los echaban como perros, así que tenían también que arrastrarse. Al fin y al cabo la diferencia es que él se arrastraba por el barro y ellos por el piso lustroso de sus oficinas. Pero bueno, todo lo hacía para que su familia tuviera mejor vida así que no tenían derecho a reclamo. ¿Y los vecinos? ¡Que se vayan a cagar! Mediocres de mierda, que se van a pasar la vida laburando por migajas. Que me envidian y seguramente me odian también porque tengo mejor nivel de vida que ellos. Volvió a pensar en la huelga que estaba firme y pintaba para largo. ¿Me pareció o ese hijo de puta del Cheto hablaba con gente que no era de la fábrica? Debe ser guerrillero y esos también. Ya lo voy a atender a ese que ya me tiene los huevos llenos)
Seguía sumido en sus pensamientos y había ya caminado tres sombrías cuadras cuando dobló a la izquierda entrando por la calle que lo llevaba a su casa. En la esquina había terrenos baldíos de ambas manos con árboles que lo convertían en buenos escondites para asaltantes. El siempre entraba mirando cuidadosamente a ambos lados. Estaba mirando a su izquierda cuando desde atrás escuchó una voz enérgica: ¡Turco!. Giró sobre sobre su derecha y vio dos sombras enmascaradas que se abalanzaron sobre él blandiendo oscuras barras en sus manos.
_ ¿Que pasa muchachos? No tengo guita ¿Que….? - gritaba mientras retrocedía al mismo tiempo que empezó a sentir los primeros violentos y silenciosos golpes del hierro dulce sobre su cabeza y sus costillas. Trató de atajarse con las manos pero fue inútil, ya que del baldío del frente surgieron otras dos sombras que lo golpearon en sus riñones y piernas. Cayó al suelo muerto de miedo mientras balbuceaba – ¡basta muchachos! ¿Que pasa, que les hice? Me están matando - Los golpes seguían cayendo sobre su espalda, su cabeza, sus brazos y piernas.
-¡Esto es porque sos un hijo de puta! ¡Lacayo de la patronal; para que no nos jodas más la huelga; botón!. ¡No te van a quedar más ganas de meterte con los trabajadores, guacho de mierda! - Dijo uno de los enmascarados, con voz ronca.
El Turco quedo inmóvil tendido en el suelo. En medio de su inconsciencia alcanzó a ver unos papeles que caían a su alrededor y sintió la corrida rápida del grupo de atacantes. Después se puso todo negro.
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- Mami, mami... ¿viste lo que le pasó al hombre de la casa grande?
_ ¿Que paso Javier?
_ Está muy grave. Parece que le dieron una paliza
_ ¿Quienes?
_ No se, pero estaban estos papeles en la calle, dicen: Viva la Huelga y vivan los trabajadores y otras cosas más. ¿Que es una huelga? – inquirió el pibe.
_ Cuando los trabajadores dejan de trabajar pidiendo aumento de sueldo y otras cosas.
_ ¿Y porque le pegaron al grandote?
_ Porque es un hombre muy malo; yo sabia que algún día alguien iba a hacer justicia - Dijo en voz baja la mujer reprimiendo una sonrisa.

_ Por lo menos por un tiempo vamos a poder jugar a la pelota tranquilos – Razonó Javier.
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Ese día y subsiguientes en la fábrica se notó la ausencia del Turco. El Cheto y sus compañeros se sintieron ganadores; por poco tiempo porque en una semana ya habían contratado otro líder tan o más hijo de puta que aquél.

Gringotilo

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