Tanguero
Caseros y Rivera Indarte. Viernes. La tarde empieza perezosamente a cederle lugar a la noche. La peatonal es un hormiguero de jóvenes universitarios, de turistas de fin de semana y empleados que finalizaron su jornada. En la esquina, pantalón negro, camisa blanca, chaleco gris, zapatos con brillo y un funyi gastado, el cantor de tangos. Con su guitarra y su voz melodiosa, va entregando su arte haciéndole honor a la canción urbana. Canta bien. Yo lo sigo, cantando también, en voz baja mientras miramos vidrieras; me sé casi todos las letras. La gente pasa a su lado indiferente. Solo alguno se detiene un rato para seguir enseguida su camino. Termina de cantar y se auto-fabrica una ovación de un público virtual que enseguida le grita ¡Ídolo!¡Ídolo!. Gracias – contesta (se contesta). ¡No te mueras nunca! -vuelve a la carga su público. Eso intento pero con la plata que me dan ustedes es difícil. Hace un silencio y como reflexionando en voz alta agrega: No es sencillo ser un tanguero ...