Diario de la accidentada epopeya de recorrer Sudamerica. De como se frustró y otras desventuras
CAPÍTULO III De la breve y placentera estadía en Mendoza, las pícaras andanzas de un curita y de como nos tragó la montaña en medio de la tensa situación de guerra.- ¡Qué linda es Mendoza! Sus calles arboladas y limpias. Sus acequias cantarinas. Sus plátanos y alamedas. El aire liviano y aromático. Escuetamente decia en mi diario: " me gustaría quedarme por lo menos dos dias en Mendoza; me gustó mucho lo poco que vi. Me gustaría vivir aquí. El clima me haría muy bien (todavía me quedaban secuelas de mi pasado asmático) .....pero es imposible" (otra vez el determinismo, el peso de las estructuras mentales, la convicción de tener una misión histórica, etc, etc,....¡casi no me reconozco en aquel muchacho treintañero!). El curita era alto y buen mozo y la sotana negra - que llevaba siempre - le daba un aspecto mas espigado y elegante. Salió a recibirnos en la puerta de la parroquia y en seguida nos hizo sentir como en nuestra propia casa. Ya era entrada la noc...