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Mostrando las entradas de octubre, 2008

Diario de la accidentada epopeya de recorrer Sudamerica. De como se frustró y otras desventuras

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CAPÍTULO III De la breve y placentera estadía en Mendoza, las pícaras andanzas de un curita y de como nos tragó la montaña en medio de la tensa situación de guerra.- ¡Qué linda es Mendoza! Sus calles arboladas y limpias. Sus acequias cantarinas. Sus plátanos y alamedas. El aire liviano y aromático. Escuetamente decia en mi diario: " me gustaría quedarme por lo menos dos dias en Mendoza; me gustó mucho lo poco que vi. Me gustaría vivir aquí. El clima me haría muy bien (todavía me quedaban secuelas de mi pasado asmático) .....pero es imposible" (otra vez el determinismo, el peso de las estructuras mentales, la convicción de tener una misión histórica, etc, etc,....¡casi no me reconozco en aquel muchacho treintañero!). El curita era alto y buen mozo y la sotana negra - que llevaba siempre - le daba un aspecto mas espigado y elegante. Salió a recibirnos en la puerta de la parroquia y en seguida nos hizo sentir como en nuestra propia casa. Ya era entrada la noc

Diario de la accidentada epopeya de recorrer Sudamérica. De como se frustró y otras adversidades

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CAPÍTULO II De como llegamos milagrosamente a Mendoza y del proceso de metamorfosis de Juan en una molotov humana .- La tenebrosa noche de película nos acompañó en todo el trayecto hasta el dique Piedras Moras a 100 km de nuestra punto de partida por la ruta 36. En medio de la negrura de la noche e iluminado por la luz mortecina de las balizas de aceite quemado alcanzamos a distinguir, entre batida y batida del limpiaparabrisas, el cartel que indicaba el desvío. Al girar a la derecha, saliéndonos de la ruta 36, nos adentramos por un camino de tierra recientemente abierto y todo indicaba que nos conduciría hacia el terraplen del dique. El desvío era una huella, despareja, poceada y cubierta de un barrito chirle formado por tantos días de lluvia. Las llamas mortecinas de las balizas dibujaban sombras que en su danza frenética creaba un clima fantasmagórico en medio de la negrura de esa noche pasada por agua. El 404 se zangoloteaba y patinaba mientras avanzaba lentamente hacia la